domingo, 26 de diciembre de 2010

Ella

Entraste descalza a mi habitación mientras todavía soñaba con futuros brillantes. Te contemplé desde abajo desde lo profundo, desde el lugar que se me asigna frente a vos.
Me miraste fijamente y dijiste que me querías. Que no temiera a ese vaso con agua. Que la tierra no es mas para mis pies, sino par mi espalda.
Serena y tibia te acercaste y me zuzurraste al oído las palabras que necesitaba oír. Y no te tuve miedo. Porque te vi tan cerca y me pareciste hermosa. Llena de nada. Oscura, perfecta. 
No pude moverme porque tus brazos me apretaban. Tus caricias me adormecían. Y tu voz me cantaba. En el alma, en el infinito espacio que entre nosotros quedaba. 
Y no me movía pero bailaba. Y el agua ya no estaba. Ni el licor, ni las pastillas en la almohada. Solo vos, y yo, y la nada. 

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