domingo, 31 de enero de 2016

Quizás no hoy ni mañana. Quizás no en este lugar, ni en esta vida. En otras circunstancias, en otra parte, en otro momento de esta eternidad, volvamos a encontrarnos. Y nos daremos todas las oportunidades que nos negamos antes. El tiempo es nada cuando el amor es infinito.

sábado, 7 de noviembre de 2015

La hora repetida

Hoy me desperté a las 7:07 hs. y supe que iba a morir. Me quedé en la cama tapado hasta el mentón mirando el reloj en la pared; ese anunciante del paso del tiempo y de la llegada inminente de los finales, hoy me anunciaba el mío. Eran las 7:35 hs. Y decidí que debía enfrentar el destino. Me senté en la cama, miraba mis zapatos en el suelo. Anoche los deje, como todas las noches, al costado de la cama. Y ahí seguían, esperándome inmóviles para llevarme a mi destino final. Incierto destino que la hora repetida me había anunciado.
Nunca fui un tipo supersticioso, pero varios eventos recientes, que no voy a detallar, me han llevado a un estado constante de atención a detalles que jamás hubiera percibido. Uno de estos detalles, quizás el más nefasto de todos los azares, es la “hora repetida”. Siempre la misma cifra numérica marcada en hora y minutos. La venía viendo hace meses, y no hace falta que nadie me lo advierta, era mi estómago, mis intestinos, algo en las entrañas que me lo decía, que me lo gritaba desde el fondo oscuro del poso de la conciencia: ¡Mala suerte!
Por eso esta mañana supe que iba a morir. Quizás los numerólogos discrepen diciendo que el ‘7:07’ es un número bueno, ya leí mucho al respecto. Pero estoy seguro de que no. La hora repetida me persigue y hoy me alcanzó. Y estaba ahí sentado en la cama mirando mi zapato derecho pensando en que era él quien iba a dar el primer paso de mi suerte. Quizás empezar con el pie derecho iba a movilizar los sentimientos universales y la muerte que se me venía encima iba a ser rápida y sin dolores de agonía.  Sí, me vestí y mi primer paso fue diestro. La cocina estaba iluminada por el sol. El olor a café me llegó como desde un sueño. ¿Cuántas tazas de café habré tomado en la vida? ¿Por qué café y no té o jugo? Quizás hoy debería tomar algo distinto, pero cuál sería la diferencia…

A las 9:08 hs. abrí la puerta de calle y a las 9:09 hs. pise la avenida. Caminé rápido hasta la parada de colectivo porque seguro que llegaba tarde a trabajar. Pero no tardó en llegar y conseguí asiento en la última fila. Por un momento me perdí en la diapositiva que me presentaba la ventanilla al pasar por los barrios. En ese momento empecé a soñar con Mar del Plata. Siempre quise ir para quedarme. Después de Mendoza, esa era la única ciudad Argentina en la que podría vivir sin quejarme. Ni siquiera el olor del puerto me hubiera molestado. Empecé a recordar a mi madre mojándose los pies en el agua y cómo la arena compacta que barre el agua brilla al amanecer. Me acordé de aquel amor que encontré y perdí junto al mar. El teléfono sonó y volví a la realidad. Era uno de esas alarmas que pongo los fines de semana para despertarme más tarde, la apagué y seguí mirando el paisaje urbano.

Los hechos que siguieron no fueron muy relevantes, llegué temprano a trabajar y fue un día bastante tranquilo. Pero yo estuve inquieto todo el tiempo. En cualquier momento iba a llegar el paro cardiaco, la embolia, el terremoto, el asaltante, la bala perdida, el fuego, la bomba atómica… la muerte. Hoy iba a morir y no podía evitarlo. Miré un par de veces el reloj a las 14:14, 16:16 y finalmente a las 18:18 hs. cuando iba de regreso a casa.  No quise mirar más el reloj, ya era demasiada tortura. Demasiados cuidados había tenido. Había mirado para los dos lados en cada esquina, había comido en la oficina, evité todos los andamios y escaleras, espanté a tres gatos y ni siquiera eran negros. A las 18:18 hs. decidí que no iba a mirar más el reloj. Quizás el universo quería que muera de locura.

De camino a casa fantaseaba las mil maneras de morir posibles. El cielo se estaba nublando con nubes gordas que reflejaban el sol ocultándose. Qué lindas son cuando se ponen de color rosa o naranja… en la radio pusieron ‘Heroes’ de David Bowie y apoyé la cabeza en la ventanilla sonriendo un poquito. Me acordé del videoclip de Tame Inmpala que me había mostrado… y que hacía que me perdiera en una linda cadena de imágenes. Cómo pasa el tiempo… otra vez hace calor. No está bueno morirse en primavera.


Llegué a casa un poco más tranquilo, pero no sé a qué hora metí la llave en el ojo de la puerta, seguro eran las 19:19 hs. no sé, no miré el reloj, pero ahora son las 23:23 hs. y estoy sentado en la cama. Los zapatos yacen de la misma forma que anoche y me miran quietos y silenciosos. ¿Se estarán despidiendo? Voy a morir mientras duermo, eso es seguro. La almohada esta fría. Buenas noches.

martes, 8 de septiembre de 2015

Caminar con el corazón roto

Me pregunto cuanta gente transita esta ciudad todos los días. ¿Miles?
El hecho es que, caminando por estas veredas como uno más del montón, me pregunté cuántas de estas personas que veo en la calle, hoy, caminan con el corazón roto.
Y es que, es imposible descifrarlo. Porque el corazón no se ve. Porque nada distingue a alguien con el corazón roto de los demás. Incluso los felizmente enamorados tienen alguna expresión característica. Incluso la gente triste tiene algo en la cara que la delata. Podemos distinguir mil profesiones por la ropa que lleva o por los lugares que frecuenta. Podemos distinguir fácilmente quien es oriundo y quien es forastero.  Pero el corazón roto es otra cosa. Es esa sensación que no podemos demostrar. Principalmente porque muchas veces ni siquiera sabemos que ese ‘cosito’ al que nos gusta llamar “corazón” sin referirnos al órgano vital, está roto.
Sí mi querido lector. Me costó tanto como a cualquier persona llegar a esta conclusión. Pero finalmente ese vacío, esa angustia, esa nostalgia, ese ‘no se qué’ en mí, se transformó en palabras. Le puse nombre y apellido. Le di una definición: Corazón roto.
Cómo es que llegué a este estado tan peculiar es la pregunta que me lleva a transitar mis recuerdos. A repasar los eventos que hicieron que hoy camine con el alma en pedazos guardada en la billetera. A definirme como un ser humano (y más humano y mortal que nunca) que siente una tristeza tan íntima que hasta creo que está oculta. Oculta de la vista de todos. Porque a nadie le gusta admitir que le rompieron el corazón. Sí mi estimado amigo, el corazón se rompe, y no es por casualidad. El corazón se rompe porque lo rompen. El corazón se rompe porque antes estuvo sano. El corazón se rompe porque es una de las partes más íntimas y frágiles que tenemos. Por eso nos cuesta admitirlo. Por eso nos cuesta demostrarlo. Y por eso es que caminamos entre este cúmulo social pasando desapercibidos. Pero hoy tuve ganas de despojarme de toda careta y admitirlo abiertamente. Yo, al igual que muchas personas, tengo roto el corazón.
Tengo rota esa parte que de mí que se dedica a querer. Esa parte que desnudé una vez y mil veces para regalarla y que me devolvieron. Quizás porque no era suficiente. Eso no lo puedo juzgar yo. Pero sí sé cómo se siente. Sí puedo hablar del vacío que se genera cuando tenés que guardar el alma rota en la billetera para que no la vea nadie. Mirar a los demás y contarles que algo no funcionó con esa persona, con ese proyecto, con ese otro. Y decir que estás bien. Y poner cara de nada. Porque la cara de nada es la que funciona y la que está bien en estos casos. Y decir que lo vas superando (Permítanme reírme de esa palabra: SUPERAR). Superando, sí; superando las náuseas de sentir que no te quieren. Superando la idea de no haber sido suficiente. Superando la nostalgia. Superando la idea de ser un pobre diablo. Ser un ‘superadito’ y aceptar que estas cosas forman parte de la vida. Que está todo bien, porque los sentimientos son descartables.
Quien te dice que algún día me la crea. Quien te dice que algún día saque el alma de la billetera, la remiende, le saque las arrugas y me compre un chocolate.


miércoles, 3 de junio de 2015

FORRAS DEL ORTO

El siguiente texto pertenece a Juan Solá y fué censurado por Facebook por no atenerse a normas poco coherentes:


"Forra del orto" pensé cuando la piba que iba de pié frente a mi en el subte se corrió de lugar al notar que me había parado atrás de ella. "Forra del orto" pensé cuando la mina cruizó la calle al verme venir en la oscuridad la otra noche. "Forra del orto" murmuré cuando la flaca se negó de mala manera a que la ayudara bajar del bondi lleno, aún cuando yo se lo había ofrecido con toda la amabilidad del mundo.

Forras del orto, perdónenme.Yo no quise ser hombre, salí así. Forras del orto Perdónennos a todos. Perdónennos por ese miedo que les aparece cada vez que salen a la calle y se cruzan con un hombre, como yo, que las apoyan en el subte, o que las agreden verbalmente en una cortada vacía, o que les tocan el culo en el bondi.

Por favor, no me tengan miedo. Yo no les quiero tocar el culo ni decirles guarangadas.

Pero cómo podrían confiar en un extraño, claro, si todos los días las manosean sus tíos y las violan sus padrastros. ¿Cómo no tenerle miedo a un extraño, si todos los días las matan sus novios? ¿Cómo no mandar a la puta que lo parió a un desconocido que se para a sus espaldas, si todos los días sus maridos las cagan a piñas de frente? ¿Cómo no tenerle miedo a un extraño que las ayuda a bajar del bondi, si todos los días las chorean y de paso les tocan las tetas?

"Salí a marchar si sos macho. Por tu vieja, por tu hermana, por tu hija".
A mi no me van a matar por contestarle mal a mi marido, ni me van a tocar el culo cuando baje del bondi lleno, ni me van a pedir que muestre la tanguita cuando camine por una calle oscura. Yo no se qué significa vivir con eso. Yo soy hombre, uno de esos que se crió en los noventa, mirando por la tele cómo Olmedo manoseaba adolescentes, cómo Francella quería cogerse a una colegiala pero le daba culpa porque era menor de edad, y eso nos hacía reir a todos, y lo festejábamos. Yo me crié con un Sofovich que trataba de pelotudas a sus secretarias y con un Rial que le decía a Beatriz Salomón que el problema no era la infidelidad, sino que el marido la haya cagado con un travesti. Porque eso es de puto. El macho, bien macho, te caga con otra mina, por supuesto.

A mi me hicieron creer que mi mamá iba a ser mucho más feliz si le compraba una multiprocesadora Ultracomb modernísima y que mi hermana tenía que hacer una fiesta de quince con un vestido enorme, porque eso hacen las mujeres. Por suerte nada de eso funcionó. A mi vieja no le gustan los electrodomésticos, le gustan los libros. A mi hermana no le gustan los vestidos, le gustan las camisas. Y a mi no me gusta que me tengan miedo por ser varón. Ni en el subte, ni en la calle oscura, ni en un bondi lleno. No lo voy a tolerar.

A lo mejor te parezca que todo este asunto feminista que te tiene las bolas llenas no tiene nada que ver con vos. Porque, viste cómo son las minas Campeón, son unas histéricas de mierda, incapaces de quedarse en casa, como corresponde a maquillarse los ojos morados. Porque, algo habrán hecho para que les peguemos. Hay que ver qué tan larga era la pollera de la putita que violaron la otra siesta, y cuantas noches a la semana salía a bailar la zorrita esa que el novio cagó a trompadas. Siento contradecirte, amigo, pero esto también tiene que ver con vos.

Salí a marchar, si sos macho. Por tu vieja, por tu hermana, por tu hija. Salí a marchar, si sos macho, para que las pibas no tengan más miedo si las cruzas en la noche por una calle vacía. Salí a pelear, si sos macho. Ayudá a cambiar la historia, si sos macho. Sé un San Martín moderno si sos macho. Que si la libertad no es para todos, entonces no alcanza. Que si la libertad no es para todos, no es libertad, es marketing.

https://www.facebook.com/pages/epicaurbana/270020569695146?pnref=story

jueves, 20 de noviembre de 2014

Un sueño

Un sueño que sueñas solo, es sólo un sueño. Un sueño que sueñas con alguien, es una realidad. (John Lennon)

La noche encierra de repente el día y quedamos cubiertos por ese manto negriazul tachonado de estrellas. Tu rostro del otro lado del vidrio mirándome fijamente con esa mueca de sonrisa que siempre me gusta. Me gusta porque se que no estás enojado, porque se que estas de buen humor y puedo decirte cualquier cosa para que te rías. Entonces es cuando te digo que te amo. No me preguntas cuánto, ni hasta donde, y si lo hicieras no podría escucharte porque estas del otro lado del vidrio... y me mirás con esa cara semi sonriente que me encanta. Pero te lo digo igual: "Te amo hasta bien arriba". Podría decir hasta el cielo, este cielo que ahora parece una bóveda negra salpicada de luces. Pero no es suficiente decirte hasta el cielo. No es suficiente que mi cariño esté limitado por este cielo hermoso. Porque quiero que vaya más allá. Y sólo se me ocurre la palabra "arriba". Y la pronuncio y se que esa palabra debe significarte poco, debe significarte esa cantidad que dicen los que no saben qué decir. Y es la respuesta a una pregunta que nadie hizo, pero que quise responder igual. Y no me hace falta escucharte porque tus ojos me hablan sin la necesidad de los verbos. No me crees. No crees que lo que te estoy diciendo sea verdad. No crees en el "te amo" que articulo exageradamente desde este lado. Que no escuchas y no tenes necesidad de escuchar para desconfiar.  Si hubiera dicho que te amo hasta el cielo quizás te hubiese sonado a que te amo mucho más. Pero dije "arriba" sólo porque en mi cabeza idiota ese "arriba" es más infinito que el cielo. Y es más grande. Pero nunca supe cómo hablarte. Y ahora me queda esa extraña sensación. Ese inmenso vacío de silencio entre vos y yo. Y estamos casi pegados a un vidrio que nos separa infinitamente. Y tu sonrisa es perfecta.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Es tu..

Poesía escrita en 2008 y encontrada después de 6 años entre las páginas de un viejo libro del estante de mi biblioteca.

Es tu sangre o tus latidos,
es lo mudo de tu ruido.
Son las caras de tu suerte,
son los gritos de tu mente.

La tristeza que te embriaga
o tu risa cuando estalla.
Es el frío en tus zapatos
o el calor de tus abrazos.

Tus palabras que torturan
son también las que me curan.
Todo eso que tú haces, 
lo que impide que te alcance.

Es lo mismo que me acerca
a tu piel cuando te alejas.
Es aquello en tu mirada,
son tus manos congeladas.

Es lo hermoso de tu vientre,
es la mueca que haces siempre.
El abismo de tu pecho,
todo aquello en lo que acecho.
  
Lo que ata mi cordura,
tus aromas, tu cintura.
Es tu cuerpo y es tu mente,
lo que avivan esta muerte.

Muerte de quererte...
de quererte y no tenerte.

miércoles, 28 de mayo de 2014

La fotito nuestra de cada día

Pretendía escribir algo acerca de la "fotogenia", y con este termino me refiero a la capacidad inherente que tienen algunas personas para salir siempre, o casi siempre, bien en las fotos. Me dispuse a buscar algo en Internet que hable sobre el tema. Sobre todo para no hablar sin saber. Pero la verdad que no tengo mucha paciencia para buscar y buscar entre tantas cosas que la gente escribe y opina sin saber del tema. Miles de fotógrafos dando opiniones diferentes y hasta contradictorias entre sí.
La iniciativa nace de la creciente costumbre que tiene la población humana de auto fotografiarse. Las redes sociales están cada vez más llenas de autorretratos, a los que se ha denominado "selfies". Básicamente son fotografías auto-tomadas. A veces frente a un espejo, a veces desde la distancia longitudinal del brazo, que separa la cara de la mano sosteniendo la cámara o teléfono celular.
No tengo la capacidad intelectual, ni las ganas de tratar el tema psicológico que hay detrás de esta costumbre. Y llamaremos "costumbre" a la conducta periódica de ciertas personas de auto-retratarse con el simple fin de mostrar el producto en sus redes sociales favoritas. Ya se ha dicho mucho de eso y quedó claro que de algún trastorno se treta. Más bien lo que buscaba era una respuesta desde lo técnico. La visión de un profesional de la fotografía que lograra disuadir a esta marea de individuos obsesionados con la propia imagen, de seguir mostrando sus primeros planos en la net.
Como no encontré lo que buscaba, por lo que deberé remitirme a la propia opinión. Opinión que, de acuerdo a la propia experiencia visual de este humilde servidor, considero totalmente válida.
En fin, considero de acuerdo a lo expuesto anteriormente, que el primer plano que ofrecen las llamadas "selfies" no favorecen a todo el mundo por igual. Y me animo a decir que no favorecen a casi nadie. Es como la foto carnet que aparece en los documentos, imaginen auto-sacarse la foto del documento, esa que tantos ocultamos, pero para mostrarla a cientos de personas. Porque las "selfies" son feas mi querido lector. Y esto tendrá que ver con la fotogenia de cada individuo, algo que nada tiene que ver con la belleza. Porque facebook esta repleto de gente claramente linda que a la hora de auto-retratarse no sale muy agraciada. Y éste es un hecho que confirmo a diario al ver el 'inicio' de mi cuenta de facebook tachonada de gente en primer primer plano, acompañada de alguna leyenda personal que no puedo leer sin dejar de pensar en ese granito, cicatriz, o simplemente en lo grotesco de ver un rostro tan cerca del lente.
Yo en lo personal prefiero pasar de este tipo de vicio, moda o como lo quieran denominar los psicólogos del mundo. Más allá de que no me considero lo suficientemente agraciado como para colgar a diario una foto propia en la web, sí considero que esto tiene que ver con la capacidad, que todavía tengo, de sentir un poco de vergüenza propia y ajena. Y es lo que me genera muchas veces este tipo de cosas. Por lo que, cuando me surgen ganas  de hacer una "selfie", lo pienso una, dos, tres o las veces que sea necesario, para arrepentirme de quedar como un pelotudo.